De pronto me he visto mirándome desde otras mujeres, y desde algunos hombres. No sé si por educación (socialización) o por naturaleza (que lo dudo), pero definitivamente las mujeres somos increíblemente complicadas. Somos expertas en complicarnos la vida, y complicárselas a los demás.
Es como si nos autosabotéaramos, como si sufrir o quejarnos fuera nuestra vocación, e intentar y buscar cambiar una y otra vez, como eco del mito de Sísifo, fuera nuestro destino.
¿Por qué le damos tantas vueltas al pasado, a los sentimientos, a la existencia? ¿Por qué somos más fáciles de caer en la voraz publicidad de la juventud eterna y el cuerpo perfecto? ¿Por qué no somos prácticas, seguras, de mente abierta? Si fuéramos así, dejaríamos de:
-Creer que las demás son mejores que nosotras.
-Pensar que alguien, sobre todo otra mujer, nos quiere quitar lo que tenemos.
-Imaginar que todo tiempo pasado fue mejor.
-Creer que no merecemos más.
-Intentar ser mil mujeres en una.
-Revivir malos ratos.
-Sentir culpa y la necesidad de arrepentirnos a cada momento y por todo.
-Criticar a todas las demás mujeres, y mejor apoyarnos.
-Torturar a los hombres con nuestros traumas y miedos.
-Buscar controlar y manipular a los hombres.
-Tomarnos todo a título personal.
Es cierto... ¡Qué raras somos las mujeres!